jueves, 16 de junio de 2011

HIDROAYSEN EN LA MIRA DE UNA SOCIEDAD DE LA FURIA

Parto este comentario mis estimados lectores con la disyuntiva que se les puso a los ciudadanos, “HidroAysén o el Apagón”. Nadie podría decidir y pensar desde una perspectiva del miedo, la imaginación y la inteligencia humanas siempre pueden encontrar salidas allí donde parecía imposible hallarlas. Si hemos llegado a este escenario fatalista es por una falta de visión y previsión inexcusables, por una flojera intelectual nacional. Tal vez el precio del cobre de las últimas décadas, el flotar sobre plata fácil, nos ha dormido en nuestros laureles. Súmese a eso una clase política que ha privilegiado sus agendas de corto plazo en vez de focalizarse en los temas estratégicos que de verdad importan. Sólo se escuchan ideas hechas y fatalismos en el debate. Falta estudio, investigación, entrar a fondo, de verdad en los temas, y no cuando el terremoto o el apagón o el incendio inminente hacen imposible ver y elegir con calma por dónde arrancar.

Veo, además, una tendencia a resolver los problemas con megaproyectos desmesurados, una lógica titánica, algo fáustica. Ahí está el proyecto autoritario, sin consulta ciudadana de los Estacionamientos Subterráneos de nuestra Comuna de San Felipe: qué despropósito, qué monstruoso y mesiánico error. Y ya estábamos con las lapiceras listas para firmar acuerdos para la energía nuclear, cuando una catástrofe en otro país nos salvó de una decisión estratégica por lo menos discutible. Ahora es la geografía de nuestro país, que, mucho más que un mero capital turístico, es nuestra propia alma, la que puede ser irreversiblemente afectada. Claro que no hay soluciones fáciles: celebro y creo en la complejidad de la realidad. Para entenderla y sobrevivir dentro de ella se requiere agudeza, audacia, y no conformarse con empatar con sus variables. ¿No se ha pensado, por ejemplo, en una campaña educacional y de estímulo para ahorrar energía, una tarea que implique un cambio cultural?, ¿Por qué no pensar en un país cuyo rasgo cultural sea la austeridad (no la pobreza), una austeridad que sea nuestra ética y nuestra estética?, ¿Por qué tenemos que resignarnos a copiar al pie de la letra a otros países en educación, salud, vivienda, etcétera?, ¿Por qué Chile no puede encontrar su propia forma de habitar y crecer, a su medida?. Buenas interrogantes que hacen las diferencias entre un país desarrollado que es capaz de resolverlas y la de un país en vías de desarrollo que imita a otros sin identidad propia.


Amigos lectores aquí faltan estadistas que propongan una visión de largo plazo, pensada desde aquí. ¿Es que acaso no tenemos la energía interior y el coraje que supone un desafío de esa envergadura? Ese sí que puede ser un apagón fatal: el de un país que no piensa, que no investiga, que no inventa; un país sin ser propio.

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