lunes, 17 de octubre de 2011

ENERGIA, MEDIOAMBIENTE Y DERECHO DE LAS PERSONAS

Si bien es cierto que nuestro país tiene institucionalidad en materia energética como lo es el Ministerio de Energía, sin embargo no se han generado políticas públicas eficientes que tengan el carácter de política energética sustentable. Por otro lado, la institucionalidad ambiental encargada de evaluar los proyectos energéticos adolece de graves defi­ciencias. Megaproyectos como los de Campiche, Barrancones, Castilla e HidroAysén son ejemplos palmarios de este doble problema.

La ausencia de una política energética y la deficiente institucionalidad y regulación ambiental pueden conducir a resultados injustificadamen­te discriminatorios, tal como lo es el proyecto de estacionamientos subterráneos en nuestra ciudad de San Felipe, que no solo carece de argumento político-técnico ambiental y energético, sino que además carece de una legitimidad tan importante como lo es la de sus propios ciudadanos, ya que desde sus inicios entre paredes de un paralelepípedo se acordó este proyecto sin considerar la participación ciudadana, en donde se hace urgente resolver y debatir los aspectos técnicos, ambientales, históricos y económicos al ámbito de los derechos.

Los dos aspectos más relevantes de la justicia ambiental, la justicia distributiva y la justicia participativa, apuntan directamente al campo de los derechos humanos. Desde esta perspectiva, incluso si Chile resol­viera sus necesidades energéticas, medioambientales y sobretodo de intereses económicos particulares podría vulnerar derechos fundamen­tales como el de no discriminación y el de participación. Por su parte, la dimensión colectiva de la justicia ambiental también juega un papel importante en las decisiones que se adopten en materia de energía.

Abordar la discusión energética y medioambiental desde la perspectiva de los derechos no implica abandonar sus aspectos técnicos y económicos, ni supone esconder la estrecha relación entre el problema del medioambiente y la energía y de la participación, menos todavía implica obviar problemas fundamentales como el del acceso a la energía y al de vivir en un ambiente libre de contaminación, cuestión que ha sido analizada bajo el paradigma de los derechos humanos por su carácter de bien público básico, al igual que el agua y los alimentos.

martes, 4 de octubre de 2011

UNA DECISIÓN POLÍTICA EN MATERIA ENERGETICA

La meta de los dos grados se presenta públicamente como hallazgo indiscutible de la investigación del clima. Los pronósticos sobre los verdaderos efectos de dicha temperatura son todavía muy inciertos. La ciencia solo puede mencionar las probabilidades y estimar el rango de los desarrollos posibles.

En ello entran en juego preguntas sobre el valor: ¿cómo se deberían calcular los costos actuales contra los daños en el futuro? Entonces le corresponde a la clase política y a las autoridades gubernamentales decidir sobre esta propuesta expuesta en la última Convención sobre Cambio Climático efectuada en Cancún sobre la meta de los dos grados analizando qué riesgos y qué costos actuales está dispuesta a asumir la sociedad. El calentamiento de dos grados ya entraña un gran riesgo. Sin embargo, también es posible que los tres grados vayan acompañados de consecuencias aceptables.

Pese a todo, algo es seguro: los riesgos, que conlleva el compromiso con la meta de los dos grados, nunca serían aceptados en nuestro país en la construcción de puentes, las centrales como HidroAysén o la autorización de medicamentos.