sábado, 1 de noviembre de 2008

Diversificación: la clave de la seguridad energética

Chile es un país con limitados recursos energéticos propios (particularmente fósiles) que se ha hecho muy dependiente de insumos externos para su desarrollo. El país importa hoy el 72% de la energía que consume en forma de petróleo, gas y carbón. A esto se suma que su principal fuente de energía propia, la hidroeléctrica, está sometida a la variabilidad que impone la naturaleza y fenómenos climáticos como La Niña. La situación de abastecimiento de gas natural desde Argentina (desde 1997 en la zona central y desde 1999 en el norte grande), se volvió crítica con los cortes de gas. "Chile ha sufrido un golpe para el que no se había preparado y surge la necesidad de que se independice energéticamente de sus vecinos y de que logre seguridad en el abastecimiento". Por otro lado, el tema de la dependencia energética adquiere crecientes connotaciones geopolíticas, donde la energía se ha transformado en una nueva forma de poder político internacional, en que los propietarios de los recursos energéticos (petróleo y gas principalmente) buscan utilizarlos como arma de negociación política. De ahí, la necesidad de que el país, mediante una adecuada estrategia energética, garantice un suministro energético seguro y constante. El desafío, entonces, consiste en elegir suministradores, logrando un balance diverso de insumos y ubicaciones geográficas, así como de medios de transporte, que permitan equilibrar niveles mínimos de seguridad con adecuados costos. "Para un país como Chile, que posee recursos energéticos propios limitados, no hay otro camino", "necesitamos un abastecimiento energético que sea sustentable y diverso. La clave de nuestra seguridad energética está en armar un "portafolio" que combine diversas fuentes y estrategias de desarrollo energético". Sin embargo, una mayor seguridad energética necesariamente tiene un mayor costo. A partir del inicio de las restricciones de gas natural desde abril del 2004, la industria tuvo que recurrir al petróleo diésel como combustible alternativo mientras que en la generación eléctrica se recurrió a una mayor utilización de la energía hidráulica y de la generación térmica sobre la base de carbón y petróleo diésel, combustibles que muestran un alza sostenida de precios a nivel mundial. En este aspecto, el carbón y la hidroelectricidad aparecen como los recursos con mejores proyecciones. El carbón es un combustible abundante y de menos dependencia a nivel geopolítico. Aplicando tecnologías de lecho fluidizado, es posible quemarlo de manera mucho menos contaminante. Efectivamente, el carbón podrá, a las tasas actuales, seguir consumiéndose durante más de dos siglos. Y mientras el petróleo y el gas tienen sus principales reservas en unos pocos países, el carbón tiene un suministro menos riesgoso, pues se encuentra repartido en todo el mundo. Algunas empresas han anunciado nuevos desarrollos hidroeléctricos en la zona central, sur y austral del país. Un proyecto estratégico para el desarrollo energético del país es el de las centrales hidráulicas en los ríos Baker y Pascua, en la Región de Aysén. La hidroelectricidad es el único recurso energético masivo del cual aún quedan importantes reservas en Chile. Es una energía de producción limpia y en grandes volúmenes. Por otro lado, empresas estatales y privadas se encuentran abordando en forma conjunta la necesidad de diversificar los proveedores de gas natural a través del gas natural licuado, tanto en la zona central como en el norte grande. La condición de altos precios que enfrenta Chile y que se mantendrá en niveles altos a futuro, podría hacer atractivo en el país el desarrollo de energías renovables no convencionales, como la mini hídrica, la eólica, la geotérmica, la solar y la de biomasa, entre otras. La energía nuclear es una alternativa que debe ser estudiada para el largo plazo, dada su complementariedad con el recurso hidráulico de Chile. No obstante, enfrenta importantes fuerzas detractoras por el riesgo de accidentes y el manejo de residuos radioactivos. Además de los largos períodos de construcción de las centrales nucleares y los altos costos de inversión y del manejo de residuos, que las hace poco atractivas para los inversionistas privados, y que requiere de la intervención del Estado.

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