Chile se ha enorgullecido a nivel internacional de los éxitos de su pionera reforma de creación de un mercado energético que descansa en la acción central de los privados y el rol subsidiario del Estado. Los crecientes cortes de gas natural desde Argentina a Chile, un combustible que asumíamos abundante y de bajo precio, han forzado a nuestro país a enfrentar profundas interrogantes respecto a su desarrollo energético y han llevado a muchos a cuestionar ese modelo de desarrollo.
En el objetivo de lograr una seguridad energética que permita que Chile siga creciendo económicamente, sin restricciones impuestas por terceros, debemos diversificar nuestra matriz, dentro de nuestro modelo de mercados libres competitivos y abiertos, sin caer en la tentación de un Estado más interventor, forzando caminos de desarrollo.
Lograr esa seguridad en el largo plazo, en el marco del modelo vigente, es factible, diversificando y balanceando nuestra matriz energética con hidroelectricidad, petróleo, carbón, gas natural regional, gas natural licuado, energías renovables (eólica, biomasa, geotermia), esquemas de eficiencia energética, y eventualmente con energía nuclear; la mayor parte de esos recursos provenientes de un mercado internacional de commodities sin mayores restricciones de abastecimiento. Ese logro se concretará en el mercado eléctrico gracias a que con los últimos cambios legales se logró una mayor liberalización de nuestro sistema de precios, que debiera responder a visiones de largo plazo en un esquema de licitaciones internacionales, liderado por el sector privado y sus decisiones de inversión. No obstante, no descuidemos el rol central del Estado regulador, particularmente en aquellas actividades energéticas que tienen el carácter de monopolios, como la distribución eléctrica y que finalmente debido a que son monopolio comercial terminan por afectar al mejor capital de una nación, que son sus ciudadanos.
Preocupa que, en las primeras licitaciones de las empresas distribuidoras, pueda desperdiciarse una magnifica oportunidad para diversificar la oferta en generación en nuestro país. La urgencia por realizar las licitaciones, por la crisis a que nos sometió el corte del gas, y el no haber logrado realizar licitaciones conjuntas, nos puede castigar por muchos años con precios no competitivos de suministro eléctrico.
Sin embargo, donde existen los mayores peligros es en el abastecimiento eléctrico en el corto plazo, donde no es evidente como lograr esa seguridad energética. Dependerá en forma importante de la hidrología de los próximos tres años, pudiendo eventualmente enfrentarse racionamientos ante años secos. Evitarlo no se logrará espontáneamente, exigirá inversiones e implicará aumentos sustanciales de precios, cualquiera sea el camino seguido.
Ante esa eventual crisis, mis amigos lectores creo que el Estado debe cumplir un rol coordinador, el peligro es que se tiente a jugar un rol empresarial, forzando inversiones que distorsionen en forma permanente el mercado, y nuestro exitoso camino recorrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario