domingo, 19 de abril de 2009

PROMOCION Y FOMENTO DE LA EFICIENCIA ENERGETICA

En un contexto de demanda creciente por energía cuyas fuentes de producción están sujetas a exigencias cada vez mayores de sustentabilidad ambiental y de restricciones sobre el uso de los recursos y el territorio, no basta con el enfoque tradicional de aumentar la oferta de energía para hacer frente a las necesidades. Se hace indispensable en Chile consolidar el uso eficiente de la energía como un objetivo estratégico del desarrollo sustentable, como se ha visto en los países desarrollados, de modo de hacer frente al desafío de mantener la demanda en el mínimo necesario para nuestras necesidades.

La eficiencia energética, entendida como la cantidad de energía mínima necesaria para producir una unidad de actividad económica o para satisfacer las necesidades de la población (iluminación, calefacción, movilidad, etc.) manteniendo un determinado nivel de servicio o confort, permite:

Reducir la extracción, generación, importación, transformación, transmisión y distribución de energía, con el consiguiente impacto positivo tanto en el ámbito ambiental, de seguridad energética y en el uso alternativo de recursos escasos de inversión;

Reducir los costos de producción e impactos ambientales asociados al uso de la energía, haciendo un uso más eficiente de los recursos y, por ende, mejorando la competitividad del país;

Reducir el gasto en energía, especialmente de los sectores de bajos ingresos para los cuales dicho gasto suele ser un porcentaje elevado de su presupuesto y, a la vez, aumentar su calidad de vida, cooperando con la equidad del desarrollo energético.

Las razones recién expuestas explican por qué el uso eficiente de la energía ha sido incorporado en las políticas de muchos países desde hace varias décadas, pues es una oportunidad de aumentar seguridad y eficiencia reduciendo impactos. Estas políticas permitieron el “desacoplamiento” entre el consumo de energía y el PIB en muchos países desarrollados a partir de la primera crisis del petróleo hace más de treinta años, generando una experiencia internacional acumulada que representa para Chile una oportunidad de incorporar las mejores prácticas, políticas y tecnologías actuales.

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